miércoles, 28 de septiembre de 2011

Diario de trinchera: En el corazón de la Unión Europea

El tranvía justo antes de ser detenido por los huelguistas
Me desperté a las 4 de la mañana. No, aún no era la hora. Me había despertado también a las 3, pero aún tenía una hora más de sueño y, bien, con dos despertadores en hora malo sería que no me levantara a tiempo de para poder coger el primer tren de Figueres a Barcelona, el de las 5:56. Tenía el tiempo justo, taxado: el tren llegaría a la estación de Barcelona Sants a las 7:53; tenía que coger un taxi rápidamente para ir al aeropuerto y asegurarme de estar allá a tiempo para poder coger el vuelo de las 9:10 de la mañana. Afortunadamente, todo fue como la seda: el tren de RENFE llegó casi sin retraso, el taxi fue rápido y llegué al aeropuerto a las 8:20; y con la tarjeta de embarque ya impresa desde casa y sin tener que facturar llegué a mi puerta de embarque antes de que ésta se abriera. Destino: Bruselas.


Se trataba de una reunión importante. Intento viajar tan poco como puedo: tengo demasiado trabajo y demasiados compromisos acumulados, y tengo una familia a la que veo poco durante la semana, teniendo en cuenta mis cuatro horas diarias de transporte en tren para llegar al trabajo. Pero mi asistencia a esta reunión era inexcusable: se trataba de una reunión de los grupos de trabajo primero y del comité de gestión después de un proyecto (Acción COST) que yo coordino. Y la verdad es que estaba un poco intranquilo: varios investigadores importantes para la acción me habían comunicado unos días antes que no podrían asistir a la reunión, y así se hacía muy difícil avanzar el trabajo. Por suerte, asistían los dos representantes franceses, que en este proyecto son los que están realizando la mejor labor científica - junto con los españoles, por supuesto, ya que se trata de una red de coordinación de los análisis realizados con los datos del satélite SMOS de la Agencia Espacial Europea, y en el que Francia y España han sido los mayores contribuyentes.


En el aeropuerto de Barcelona me encontré con mi compañero y amigo M., que al igual que yo trabaja en el centro experto español. Durante el vuelo comentamos algunos aspectos de la reunión y aprovechamos para acabar de poner a punto las varias presentaciones que íbamos a exponer. Llegamos a Bruselas sin mayor novedad pasadas las 11 de la mañana; para llegar al hotel (y luego a la reunión) tenemos que coger primero un tren, luego el metro y luego el tranvía. Vamos a buscar el tren y, primera sorpresa. Las máquinas de autoventa de billetes, que según mi colega funcionaban con tarjetas de crédito y débito de todo tipo la última vez que vino, ya sólo funcionan con tarjetas de crédito belgas, y ni siquiera aceptan monedas o billetes; ¿exceso de celo proteccionista hacia los bancos belgas?. Por supuesto no nos dimos cuenta de esto hasta hacer cola delante de una de ellas, así que después de perder 5 minutos con esto tuvimos que perder otros 15 haciendo cola delante de las taquillas donde, allí sí, se aceptaba todo tipo de tarjetas. Cosa la cual no pasó en las taquillas del metro (en el metro ni siquiera había máquinas de autoventa); allí sólo se aceptaban tarjetas belgas. Después de hacer un rato el memo probando con varias tarjetas finalmente le damos al taquillero los pocos euros que nos hacen falta, y empezamos a dar vueltas buscando cuál es la línea que tenemos que coger. Una mujer cubierta con un velo está encallada en una portezuela de entrada al metro, una bolsa que llevaba ha sido atrapada por la misma. Nadie le hace caso y yo le ayudo a liberarse, tirando de la bolsa hacia arriba. Mi colega encuentra por fin la línea que tenemos que seguir; él pasa con su billete pero el mío sale sin abrir mi portezuela. Lo vuelvo a intentar: el billete está agotado, tendré que hacer cola otra vez en la taquilla del metro. Un hombre de unos cincuenta años, rasgos árabes, intenta ayudarme pero no conseguimos nada. Otra dama cubierta con un velo me abre la portezuela poniendo su abono sobre un lector; quizá vio lo que hice antes, quizá, simplemente, es amable sin mirar con quien...


Llegamos por fin al tranvía; son sólo dos paradas, un poco espaciadas pero sólo dos paradas. Sólo podemos hacer una: es jornada de huelga en Bruselas y los piquetes impiden el paso del tranvía. Nos bajamos, nuestro hotel está sólo a 10 minutos caminando. Mientras vamos hacia allá mi colega me comenta que el hotel, que escogimos en esta ocasión igual que en las anteriores por su proximidad al lugar de la reunión, ha subido sensiblemente los precios desde la última vez que vino, en Enero de este año. Entonces costó 90 euros la noche, ahora cuesta 120...


No podemos instalarnos en nuestras habitaciones del hotel porque ha venido del ministerio un inspector para revisar la instalación contra incendios, y están revisando todo el hotel. Dejo mi maleta en una salita en recepción y nos vamos pitando a la reunión.


La reunión, a pesar de las numerosas bajas, fue intensa y muy interesante; se discuten muchos temas, los temas calientes del procesamiento de datos (es una misión muy experimental ya que el instrumento es muy complejo, se requieren muchas calibraciones y ajustes, y nunca se acaba de tenerlo bien afinado) y algunas cuestiones sobre las posibles aplicaciones; éstas son las dos grandes ramas del proyecto. Al principio de la reunión, un colega de Chipre nos pregunta por los indignados. Le contamos brevemente que han desalojado las plazas y han bajado su perfil de actividad pública, pero que evidentemente siguen ahí. Hay cierta inquietud por los asistentes que faltan; la ciudad está sitiada y una parte de los asistentes van llegando a cuentagotas durante la tarde. Durante el café de la tarde nuestro colega chipriota nos comenta que está aquí porque el Ministerio les ha anulado una campaña oceanográfica que tenían que estar realizando y les ha retirado el dinero.



Estaba proyectado acabar hacia las 6 de la tarde pero alargamos la sesión de ese jueves hasta pasadas las 7. Como somos de natural masocas y no hemos tenido bastante, quedamos algunos en vernos a las 8 para ir a cenar juntos. Durante la cena se habla un poco de todo; yo aprovecho que hablo francés con cierta fluidez para confraternizar con los vecinos del norte, y nos vamos explicando nuestras miserias. Las cosas no acaban de ir del todo bien en Francia: el Ministerio ha cortado la oferta de empleo público, con la consiguiente preocupación de los investigadores por la falta de continuidad de las carreras científicas (yo les explico que en España en la actualidad sólo se cubren el 10% de las jubilaciones, y aún eso el año que viene será dudoso). El Gobierno galo ha creado unos nuevos entes, los Laboratorios de Excelencia, o LabEx. Si tienes suerte de ser reconocido como LabEx por el ministerio en la convocatoria que hace cada año, estás de enhorabuena: tendrás una gran cantidad de dinero para financiar tu investigación. Si estás fuera, pues estás fuera y no verás ni un duro del estado francés. Mis dos colegas franceses están integrados en LabEx (son buenos investigadores ambos), pero expresan su temor y pesar por sus colegas menos favorecidos. Él me comenta que sólo ha salido una plaza nueva este año para toda Francia en su disciplina. Ella me dice que la dirección de su laboratorio envió en Junio una recomendación de gastar rápidamente el dinero para compra de material e infraestructura antes de Septiembre, por miedo a que el Gobierno se lo quitase. La gente se pensó que era exageración y paranoia, pero un laboratorio de la misma ciudad, que aún tenía fondos en ese capítulo, acaba de recibir una reclamación formal del Gobierno exigiéndole que reintegre lo que reste de esos fondos. Esa cantinela me suena porque una operación semejante está teniendo lugar en mi laboratorio. "Estamos igual en todas partes", pienso.


Salimos tarde del restaurante, y la conversación vuelve, sin querer, una y otra vez a la crisis. Ella, mi colega francesa, me comenta el aire de decadencia que ve en Bruselas (yo no puedo opinar, no había estado nunca antes), cómo se están abandonando las carreteras por todo el país, etc. Yo le comento que la deuda belga es proporcionalmente de las mayores del mundo. Ella se queda pensativa y me habla de su marido, que es ingeniero en una importante compañía automovilística, y que están sufriendo para no irse a pique. Yo le pido que no me tire de la lengua, que si le cuento todo lo que sé la acabaré de deprimir... Los europeos se van a dormir, aunque los españoles y un viejo amigo italiano nos quedamos a tomar la última y comentar múltiples asuntos pendientes. Llegamos al hotel a la 1:30. Mañana volvemos a comenzar las sesiones a las 9:00.


Ya es viernes. Me levanto a las 6; el día de antes, en el tren, había conseguido que por fin me funcionase un nuevo algoritmo con resultados más que prometedores, espectaculares diría yo, y quiero mostrarlos en la presentación de hoy, y cambiar el póster que se presentará la semana siguiente en otro meeting y que se tendría que imprimir hoy. Acabo justo a tiempo, me ducho y bajo a desayunar. Después, otra dura jornada, intensa, con una componente científica y otra de gestión (ésta con bronca añadida y merecida de nuestro supervisor europeo por la poca asistencia). Acabamos a las 5 de la tarde y me quedo con los únicos que no tienen prisa en ir a buscar su avión: el inglés y el italiano. Voy a dejar los trastos y a coger un plano en el hotel, y nos vamos a tomar una cerveza los tres. El inglés, un post-doc con 10 años de experiencia, no está seguro de si ésta es la última reunión de nuestra acción a la que viene: a partir de Marzo se queda sin financiación, y tendrá que trabajar con un contrato asociado a cualquier proyecto que salga, si es que sale uno; hay uno bastante probable que sea financiado, para trabajar con boyas Argo, no exactamente el objetivo del satélite SMOS pero empezamos a hablar sobre cómo podríamos justificar su participación llegado el caso. El dinero tampoco parece sobrar en el Reino Unido.


A las 6 de la tarde he de dejar a mis colegas. Porque mi visita a Bruselas tenía un segundo objetivo que surgió sobre la marcha. Una amiga de un amigo conoce a varias personas que trabajan en el Casal Català de la Generalitat de Catalunya en Bruselas, y aprovechando el hecho de que me tenía que quedar la noche del viernes (no había manera de enlazar el avión de vuelta con un tren a Figueres) me preguntaron si querría dar una charla en el Casal Català. Y yo, ¿cómo iba a negarme? Total, que con mi plano en la mano fui caminando, Scepterstraat arriba, hasta llegar a la rue de la Loi, la calle de la ley. A pocos metros de la sede del Parlamento europeo, en pleno centro de Bruselas, en el corazón administrativo de la Unión Europea, se encuentra la Delegació del Govern de la Generalitat, que alberga al Casal Català. Allí mismo intento sacar dinero para el taxi de mañana (mi avión sale a las 6:30 de la mañana y visto lo visto con el transporte público...), pero la mitad de los cajeros automáticos que encuentro (y hay un montón) sólo aceptan tarjetas belgas; al final, consigo uno más cosmopolita y saco los cuartos. Llego al lugar de la conferencia un cuarto de hora antes de que comience la misma.


Mi anfitrión es una persona muy amable, muy cercana; es funcionario de la Unión Europea y se dedica a temas tributarios. Mi charla de un viernes a las 7 de la tarde en Bruselas concita muy poca expectación: sólo 7 personas, incluyendo mi anfitrión. Había preparado con él una versión en inglés, pero dado que la magra audiencia es catalanoparlante al final vuelvo a utilizar la versión catalana. Lo cierto es que la audiencia fue escasa, pero muy selecta: una buena parte de ellos funcionarios de la UE, en ámbitos diversos; otros trabajan para multinacionales... La charla progresa y llegamos a las preguntas; los funcionarios trabajan en diversos ámbitos, me exponen los planes de la UE para los diversos problemas suscitados por mi charla con los que trabajan, yo se los voy desmontando tranquilamente mientras asienten con la cabeza, como si lo que digo no les sorprendiera, como si en el fondo supieran que todas las medidas que promueve la UE son sólo papel mojado. Tengo la impresión de que yo simplemente les confirmo con datos sus peores temores. Y ellos me confirman con sus actos mis peores temores. La discusión transcurre con fluidez, entre gente que no necesita perder el tiempo con absurdos circunloquios, que va al grano, lo que es de agradecer; y siempre de manera correcta. Peor aún: empática. Porque esos funcionarios, a mi modo de ver, comprendían de sobra que todas las desgracias sin cuento de las que les hablaba son posibilidades reales y bien reales. A las 9 de la noche la mujer que se ocupa del Casal nos ruega que terminemos, y la reunión se disuelve rápidamente, sin ruido. Me quedo aún un rato hablando con mi anfitrión. Me comenta que ésta era la primera vez que venía a la Delegació del Govern, y de la expresión de su rostro veo que piensa que posiblemente sea la última. Debe ser muy caro de mantener este local tan grande, en pleno centro de Bruselas.


Vuelvo al hotel caminando, agotado, sin ganas de cenar, sólo de dormir, que al día siguiente he de madrugar mucho, una vez más. Las terrazas están llenas, la noche es agradable. La gente hace cola para ir al cine y al teatro, y me doy cuenta entonces de cómo abundan los restaurantes en Bruselas. Paso por un quiosco y una típica revista de moda pone en su portada: "Yendo al psiquiatra con tu bebé", lo leo dos veces porque creo haberlo entendido mal. Paso al lado de una gasolinera de Lukoil, buen símbolo del nuevo poder que emerge y que va a comerse la UE. Tropiezo con un adoquín arrancado, estoy muy cansado. Llego por fin al hotel y les pido que me avisen al día siguiente, y que me encarguen el taxi. Me derrumbo en mi cama, anhelando las seis horas de sueño que quizá hoy consiga. Quiero volver a casa, a mi casa: quizá esté a punto del colapso económico, pero, no sé, algo me dice que en el resto de sitios las cosas no están tan bien como dicen.



Epílogo



Lo dicen los anglosajones: el diablo está en los detalles. Así lo vi al mirar por la ventana del tranvía que no llegó hasta nuestro destino. No es el cenit del petróleo, el Peak Oil, pero sí el cenit de la representación de nuestra obra de teatro como sociedad. Fíjense en el rótulo del lado derecho...



Al menos al volver a casa he tenido el consuelo de oír por primera vez la expresión "Oil Crash" en una televisión de ámbito nacional: Quim en La Sexta.


AMT









martes, 20 de septiembre de 2011

Por qué se despilfarra tanto


Queridos lectores,

Hay un tema que recurre en las últimas discusiones y tiene que ver con la posibilidad de mantener una sociedad estable y viable disminuyendo voluntariamente el consumo. Tal afirmación es innegablemente cierta: siempre digo que resulta ridículo hablar de escasez de energía cuando se están consumiendo en el mundo cada día 85 millones de barriles de petróleo de 159 litros cada uno de ellos; piénsenlo: son más de 156.000 litros por segundo en todo el planeta, y cada litro de ese elixir mágico contiene la misma energía que un hombre sano y fuerte (100 vatios de potencia media) podría producir trabajando sin parar durante casi 4 días y medio (durante unas 106 horas aproximadamente). En suma, el monstruoso flujo de energía sólo del petróleo en el planeta equivale diariamente al trabajo de 60 millardos de fornidos esclavos energéticos de los de a 100 vatios infatigables la unidad: ocho y medio por cada habitante de este planeta, y eso sólo de petróleo (dado que el consumo global de energía primaria es de unos 14 Tw la media mundial contando todas las fuentes es de 20 esclavos energéticos por persona; la media europea llega a 45 esclavos energéticos per cápita, mientras que en EE.UU. la media es de 120 esclavos por patrón humano). Juzguen Vds. ahora si se puede hablar de escasez con esos números, sobre todo teniendo en cuenta cómo se derrocha la energía.

Y sin embargo se está produciendo una situación de escasez. Esta escasez no es técnica, como tantas veces se ha discutido en el blog, ni es material (porque aunque en el futuro habrá menos energía se tiene tanta que podríamos pilotar un lento y suave descenso hasta llegar a un suelo firme renovable; con un consumo uno o dos órdenes de magnitud inferior al actual, eso sí). El problema de la escasez viene de que energía y economía están íntimamente ligadas, y pretender ver las dos variables separadamente, hasta el punto de intentar resolver los problemas de una independientemente de los de la otra, impide ver la profundidad del abismo al que como sociedad global (y no sólo occidental) estamos abocados.


En lo que sigue explicaré algunos conceptos que muestran hasta qué punto no podemos desligar energía de economía en nuestra sociedad, y cómo pretender resolver el problema energético sin antes cambiar el modelo económico está inevitablemente abocado al fracaso. No demostraré nada en concreto ni cuantificaré de manera precisa el balance energético-económico de las transacciones humanas descritas; sólo pretendo por la vía de algunos casos y ejemplos hacerles comprender cuán necesario es un tratamiento holístico de esta cuestión y cómo las típicas soluciones simples de ahorro y eficiencia que se proponen desde las tascas de nuestros pueblos hasta en las más altas magistraturas del Estado pecan de una cortedad de miras que las hace inútiles, cuando no contraproducentes, en la práctica.

Una primera cuestión a tener en cuenta, comentada frecuentemente en el ámbito del Peak Oil, es la paradoja de Jevons. Para los que no conozcan la historia: Willam Stanley Jevons, lord inglés que vivió hace cosa de dos siglos, observó que en el siglo XIX a medida que se introducían mejoras en las máquinas de vapor de modo que se aumentaba su eficiencia el consumo de carbón subía, en vez de la esperada disminución. La razón es que se produce lo que en economía se llama un efecto rebote: si disminuyes el coste de un producto (coste en dinero o en energía) sin modificar otros factores resulta que se está dando un incentivo para consumir más de ese producto si su mayor consumo nos reporta una ventaja, ya que con la misma renta disponible podremos consumir más; peor aún, quien antes no podía acceder a este consumo por tener una renta insuficiente ahora podrá hacerlo. Por supuesto que el efecto rebote no suele afectar a áreas donde no hay una ganancia real por el mayor consumo del producto (por ejemplo, no es cierto que si cambiamos las bombillas por unas de mayor eficiencia se esté dando pie per se a poner más bombillas; si se compran más es por otros motivos), pero sí que el rebote está presente y es muy determinante sobre todo en la adquisición de bienes de equipo destinados a la producción de bienes y servicios, es decir, a la actividad económica. Se ha de entender, por tanto, que el repetido llamamiento a la mejora de la eficiencia es contraproducente si no está acompañado de otras medidas, porque en vez de dar un estímulo a consumir menos da un estímulo a consumir más. Un ejemplo: si un coche gasta 20 l/100 Km y la gasolina está cara menos gente se comprará un coche, pero si el mismo coche, a precio semejante, gasta 5l/100 Km automáticamente una mayor cantidad de gente considerará que es una buena idea comprar el vehículo. La realidad está trufada de ejemplos similares, en los que las mejoras en la eficiencia en general (no sólo energética) y no sólo en el consumo de los aparatos sino de los medios de la producción ha disparado el consumo de muchos productos (¿quién se planteaba comprar un PC hace 30 años?). El problema es que las medidas que han de acompañar a la mejora en la eficiencia han de ser medidas de planificación, de racionamiento. El problema del racionamiento ya lo hemos comentado en estas páginas: si se intenta hacer compatible con una economía de mercado, o incluso en su ausencia, se origina un mercado negro que puede desestabilizar el sistema al favorecer el crecimiento de mafias que acaban fagocitando al Estado en los casos extremos. Con todo, ya saben que el Gobierno británico, que está prestando más atención que otros al problema del Peak Oil, ha considerado la posibilidad de implantar cartillas de racionamiento para la energía. Sea como fuera, la eficiencia sólo tiene sentido si se limita el acceso a las materias primas desde arriba, y eso casa mal con nuestra economía de libre mercado. Además, el aumento de la eficiencia implica una disminución del coste de producción (coste energético y también coste económico) con lo que el valor de lo producido en realidad no aumenta, el PIB es constante. Es decir, con una limitación de acceso a los recursos al mejorar la eficiencia se suministran más bienes y servicios pero simplemente porque el coste unitario (económico y de recursos) de los mismos disminuye. En esencia, una tal economía no crece. Y no crecer, ahora lo veremos, es veneno para  nuestro sistema económico.


Otra posibilidad que se suele comentar, y es a la que se ha abonado el comentarista Darío Duarte, es que con la adecuada concienciación social se puede ahorrar muchísimo y así postergar el colapso mientras la sociedad se adapta a una nueva realidad de recursos materiales más escasos. Todos somos conscientes de que en nuestra sociedad occidental se malgasta muchísimo. Tiramos comida en buen estado que sólo sirve para engordar las alimañas de los vertederos, gastamos agua a raudales sin ton ni son, cambiamos continuamente de ropa, de móvil, de coche... en España hubo una época no tan lejana en que casi se cambiaba de casa cada cierto tiempo. No necesitamos tanto, qué duda cabe. Posiblemente con la décima parte, incluso la centésima parte de eso podríamos tener una vida digna y funcionalmente muy parecida a la actual. Ahorraríamos los esenciales recursos y nos sería hasta asequible montar un sistema de energías renovables a esa escala, y en cuanto al resto de materias primas, añadido al descenso de consumo, su uso más racional y el reciclaje integral podríamos postergar los problemas de agotamiento varios milenios, mientras aprendemos a sintetizar materiales eficaces a través del carbono y de otros átomos abundantes. En suma, he aquí un camino claro y expedito a la solución, a la evitación segura de cualquier riesgo de degradación social y de caos. Pero, ¿por qué no le seguimos? Simplemente, porque no podemos. No es posible dejar de consumir a este ritmo, y es necesario consumir a un ritmo creciente. Es una necesidad del sistema financiero. Sin ese consumo creciente una masa que acabaría siendo mayoritaria se encontraría sin empleo y sin medios de subsistencia, y dado el modelo de deuda y de propiedad privada que tenemos sin una total subversión del orden imperante, sin una revolución en la que la gente tomase por la fuerza las propiedades y el poder, el destino de toda esa gente es el de agonizar y morir. Puede parecer estúpido, pero de hecho es algo repetido en la historia de la Humanidad: Jared Diamond lo comenta en su libro "Colapso: por qué algunas sociedades deciden fracasar y otras tienen éxito". Sabemos de 26 civilizaciones antiguas que colapsaron porque no fueron capaces de encontrar un modelo alternativo a la gestión de sus recursos, en algunos casos por falta de imaginación, por estar demasiados atrapados en su Bussines As Usual, su BAU; perecieron por la disminución de los recursos disponibles pero no por la falta de recursos propiamente dichos. Un caso paradigmático es el de los Mayas en Yucatán, que se lanzaron a una serie de guerras de dominio sin tener suficientes recursos para sostenerlas (fundamentalmente maíz en su caso), y al final colapsaron hasta desaparecer de aquellas tierras aunque el territorio aún era capaz de soportar una población semejante a la que colapsó. Y es que en la guerra se gastó todo el maíz y se destruyeron algunas obras de irrigación fundamentales para mantener una buena productividad, y los combatientes no pudieron aguantar hasta la siguiente, y más exigua, cosecha. ¿Se parece nuestra situación a la de los mayas? Veamos algunos ejemplos ilustrativos.



En una reciente conferencia en Barbastro, un defensor de las soluciones de base sólo tecnológica a nuestro problema de sostenibilidad comentó que en España cada persona consume en media 20 kilos de ropa al año. Una cantidad que consideró desmesurada, y si en vez de dedicarle tantos recursos materiales y energéticos a esa producción, un gasto bien frívolo, se destinasen a preparar la transición todo sería mucho más fácil. Sin embargo, el proponente de esta idea (similar, todo sea dicho de paso, a otras que centran sus críticas en otra actividades mas o menos crematísticas que son norma en nuestra sociedad) no caía en la cuenta de que si de golpe y porrazo en España se pasase de consumir 20 kilos de ropa por persona y año a, pongamos, un solo y frugal kilo, nos encontraríamos que el 95% de la producción actual de las compañías textiles que operan en nuestro países tendría que desaparecer. Qué liberación de recursos, pensarán Vds., pero eso seguramente implicaría la quiebra y desaparición del 95% de estas empresas (bueno, de su negocio en España) y el 95% de sus empleados se irían a la calle. Además, también se irían a la calle el 95% de los empleados del sector logístico especializado en la distribución del textil. Tendrían por supuesto que cerrar el 95% de las tiendas de ropa y las secciones de confección de los grandes almacenes  se reducirían en un 95%. Ésto sería sólo el impacto directo de esa caída del consumo, pero después se ha de contabilizar el indirecto: ese 95%, o más, de disminución de impuestos que cobraría el Estado de los sectores afectados; esa pérdida de clientes de los bares que están en las calles comerciales, esa disminución de la venta de otros bienes y servicios debido al ingreso en la lista de parados de todos esos contingentes; los cuales, además, supondrán un coste extra al Estado, que aparte de disminuir ingresos aumenta así gastos y por tanto tiene que recortar de otras actividades, generando más paro y más contracción económica en los sectores auxiliares afectados. En fin, es obvio que tal cambio no se puede hacer de la noche a la mañana, so pena de causar un daño mayor. Esencialmente, nuestro sistema económico es un obeso mórbido con la tensión altísima cuya vida corre peligro pero al que no se puede hacer adelgazar demasiado rápidamente so pena de inducirle tales descompensaciones que igualmente lo mataríamos. Así que lo tenemos que adelgazar poco a poco, mientras vamos desinflando los gastos superfluos y vamos invirtiendo en los esenciales. ¿Y cuáles son los esenciales, dirán Vds.? Bueno, invertir en renovables, invertir en huertos... El problema es que no pueden esperar que ese cambio suceda espontáneamente; ya explicamos aquí que a partir de un cierto punto invertir en renovables no es rentable con los criterios económicos estándar, y que de hecho las renovables no pueden resolver la crisis energética tal y como se está planteando su implantación. Como no se puede obligar a los inversores a gastar su dinero en algo que ahora mismo no perciben como rentable, y el Estado no tiene dinero ni para subvencionar el despliegue (no digamos ya financiarlo), el hecho es que no se va a financiar las actividades fundamentales para el cambio de modelo productivo, económico y social. Y para cuando sea evidente que es necesario hacerlo el nivel de degradación del mercado será tan acusado que faltará capital y faltarán algunos suministros básicos, con lo que será una tarea ardua y penosa, si no directamente imposible.


Seamos francos: no hay una apuesta real por un cambio del sistema. Sí, se va invirtiendo algo en energías renovables, pero con criterios de rentabilidad clásicos. ¿Qué repiten los gestores de inversión sobre las renovables? Que han de mejorar tecnológicamente para que sus costes bajen y sean rentables. Y cuando dicen rentables no quieren decir que cubran gastos, no; lo que quieren decir es que han de tener tiempos de retorno de la inversión de unos pocos años y que la rentabilidad sea como mínimo del 5% anual. En suma, no se quiere jugar a otro juego que no sea el BAU de siempre, no se acepta que las reglas han cambiado, y se intenta forzar la Termodinámica para que las renovables renten en función de esas cifras que acabo de comentar. Pero la Termodinámica es muy tozuda...


¿Cuál es, por tanto, la realidad del patrón que se sigue? La de intentar aumentar el consumo, no de reducirlo. ¿Se acuerdan? Al principio de esta crisis se dijo que consumir es patriótico; lo dijo incluso Gordon Brown, entonces primer ministro del Reino Unido. Y es que sin aumento del consumo no hay crecimiento económico, y sin crecimiento económico no se pueden pagar las deudas. ¿Y qué creen que pasará ahora que estamos entrando en una nueva ola recesiva? Pues que con más problemas de deudas que no podemos pagar poco o nada vamos a pensar en desmantelar actividades más o menos rentables por otras que lo son mucho menos, y encima con la deuda a cuestas. ¿Saben cuántas veces he oído que con esta crisis que tenemos no es momento de hacer inversiones en energías verdes, que eso después, cuando se supere la crisis? No se les puede culpar, es lógico, no son rentables. Cuando se supere la crisis, dicen, cuando acabe esta crisis que no acabará nunca. Así es fácil de entender que yo crea que de esta espiral de degradación económica sólo se pueda salir mediante una explosión social, mediante una revolución. Alternativamente, mediante el colapso.

Salu2,
AMT

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cuando la demanda supera a la oferta: razones estructurales de los altos precios del petróleo



Queridos lectores,

Mientras preparaba la conferencia que tengo que dar este sábado en el Espai La Caixa de Girona tuve la ocurrencia de intentar elaborar algunos argumentos acerca de la carestía de petróleo, sobre todo a cuenta de la desviación que se está observando desde hace más de un año entre la oferta y la demanda del petróleo; al final mis análisis resultaron ser demasiado complejos para presentarlos en el contexto de una charla sobre aspectos más generales, pero el material resultante creo que es útil e ilustrativo para hacer un post. Hélo aquí.

Los puristas me dirán que oferta y demanda siempre coinciden por definición, ya que sólo se realizan cuando se equilibran. Esto es cierto, pero en el caso del petróleo hay una pequeña sutileza debido al hecho de que los países y la industria acumulan reservas de petróleo comprado con anterioridad, y esa despensa genera ciertas pequeñas descompensaciones entre el petróleo que se consume y el que se produce de formas diversas (recordemos que lo que llamamos petróleo hoy en día incluye el petróleo crudo, que es el que verdaderamente se extrae del subsuelo, y luego toda una suerte de petróleos sintéticos derivados de los líquidos del gas natural, la conversión del propio gas natural en algo equivalente al petróleo, los petróleos sintetizados de las arenas bituminosas del Canadá y los biocombustibles). Esas reservas, las estratégicas de los países, y las industriales u operativas que maneja la industria tienen funciones diferentes. Las reservas estratégicas están pensadas para hacer frente a disrupciones en el suministro de petróleo debido a problemas geopolíticos principalmente, y cubren por mandato de la Agencia Internacional de la Energía para todos los países de la OCDE 60 días de suministro del país, entendiendo esa cantidad como  la demanda o las importaciones sobre el período inmediatamente anterior, la que sea mayor de esas dos cantidades. En cuanto a las reservas de la industria, están pensadas para hacer frente a fluctuaciones en la llegada de petroleros y demás medios de suministro, y sirven también para amortiguar las subidas y bajadas de los precios; de manera práctica la industria tiende también a tener en torno a 60 días más de suministro en sus almacenes.


Compilé los datos de todos los informes públicamente disponibles sobre oferta y demanda de petróleo a nivel global, accesibles desde la página del Oil Market Report de la Agencia Internacional de la Energía. Esos informes nos permiten remontarnos sólo 20 años pero para lo que se pretende mostrar es bastante. De los informes he tomado los valores trimestrales de suministro y demanda global de petróleo (recuerden, estas dos cifras no coinciden debido al almacenamiento), teniendo la precaución de tomar la cifra más actualizada para los mismos (las estimaciones iniciales para los cuatro trimestres de un año dado se revisan y actualizan en las ediciones de hasta dos años más tarde). Estos valores de producción y demanda de petróleo se expresan en millones de barriles diarios (Mb/d) que representan el flujo promedio durante el trimestre en curso. La curva de demanda refleja un claro patrón estacional con picos de consumo en verano e invierno, algo más suavizados en la de producción; para hacer el conjunto un poco más agradable a la vista he trabajado con valores desestacionalizados, tomando para cada trimestre el valor promedio de él con los tres anteriores. El resultado se muestra en la siguiente gráfica:


Curvas desestacionalizadas de producción (en rojo) y demanda (en verde) de petróleo a escala global; datos del OMR de la AIE



Como se ve, ambas curvas se entrecruzan con frecuencia, aunque como norma general es la curva de producción la que suele sobresalir más sobre la curva de demanda, a excepción justamente de este último año. Recordemos que desde Mayo de 2010 la demanda está siendo consistentemente superior a la producción de petróleo, con un déficit medio para este período de 16 meses ya transcurridos de aproximadamente 1 Mb/d. Dada la escala vertical del gráfico de arriba se hace difícil apreciar cómo son de significativas las diferencias entre producción y demanda, así que lo mejor es tomar la diferencia (tomada como producción menos demanda) y representarla:


Serie desestacionalizada de producción menos demanda de petróleo a escala global.


Se ve que de manera habitual la curva es a veces positiva (se produce más que lo que se consume, y por tanto el excedente se almacena) y a veces negativa (se consume más de lo que se produce y el diferencial viene de lo que estaba previamente almacenado). Los períodos de déficit pueden durar tanto como dos años (e.g., 2002-2004) aunque nunca el déficit había sido tan abultado como lo es ahora (alrededor de 1 Mb/d). Se da la circunstancia de que los superávits (e.g., 1997-1999) eran de mayor entidad que los déficits pero lo que muestra la gráfica es que cada vez son más pequeños y, alarmantemente, por primera vez el último superávit está siendo superado en amplitud por el actual déficit. Con todo, viendo esta gráfica no podemos saber rápidamente cuál es el estado de las reservas globales en este momento, o más bien, cuánto han variado desde el año en que comienza la serie. Para hacerse una idea cabal de cuál es el estado de las reservas almacenadas de petróleo lo que se debe hacer es integrar esta serie, es decir, ir acumulando los valores de déficits y superávits con el tiempo (teniendo la precaución de multiplicar la producción media diaria del trimestre por los 91.25 días que en promedio tiene un trimestre) y así obtenemos una curva sobre cómo han variado las reservas almacenadas de petróleo durante los últimos 20 años.


Balance agregado de la diferencia producción-demanda de petróleo a escala global

La curva arriba nos dice que, a pesar de sus altibajos, la cantidad de petróleo almacenada de manera permanente ha crecido tendencialmente con el tiempo. Es preciso hacer una aclaración aquí: aparte de las reservas operativas y estratégicas, hay otros tipos de almacenamiento, siendo el más importante de ellos el almacenamiento flotante: los petroleros, vaya, que pueden llegar a almacenar más de 600 millones de barriles (Mb). Sin embargo, es un almacenamiento bastante dinámico en general (excepto en 2009, cuando algunos petroleros se tiraron meses sin descargar) y como la serie está desestacionalizada y ahora integrada sobre un gran período de tiempo su impacto es despreciable.


Al ver la figura anterior llegamos a la conclusión de que a pesar de la tendencia a la baja del último año no hay nada alarmante en la evolución del diferencial producción - demanda, y en ese sentido la diferencia de 2010 a 2011 ni siquiera parece un evento destacable en esa serie. Sin embargo, esa interpretación es erróneo teniendo en cuenta cómo funcionan las reservas estratégicas y operativas. Y es que, como hemos dicho, deben cubrir entre ambas alrededor de 120 días de consumo, de demanda; pero a lo largo de los 20 años de la serie mostrada ahí arriba el consumo ha ido aumentando. Por tanto, se tendría que comparar la serie acumulada de la diferencia producción - demanda con la serie de los aumentos de las reservas almacenadas de los países. Sabemos que los países de la OCDE guardan en torno a 120 días de consumo, y en una primera aproximación consideraremos que el resto de países hacen lo mismo. Eso quiere decir que el necesario incremento de reservas por país va como 120 por la diferencia de demanda entre el punto actual y el punto de inicio de la serie. Sustrayendo esa serie de incrementos de reservas de la serie acumulada de la diferencia producción - demanda obtenemos la siguiente serie de desviación tendencial:



Desviación tendencial de las reservas por país a escala global


Esta última serie, en el gráfico justo encima de estas líneas, muestra hasta qué punto las diferencias observadas entre producción y demanda se explican por la necesidad de ir ampliando las reservas almacenadas por país (estratégicas+operativas) a medida que la demanda aumenta. Lo normal sería que esta serie fuera plana, constantemente igual a cero, aunque lógicamente dada la inercia de los mecanismos de respuesta se esperan ciertas oscilaciones respecto a ese valor. Sin embargo, lo que se observa es algo diferente. Hacia el año 93 se incurrió en un importante déficit de las reservas almacenadas por país, posiblemente derivados de sufragar los costes de la salida de la crisis de 1991, la reunificación alemana y la drástica caída de la producción en la ex-URSS; y no se vuelve a la estabilidad hasta 1999, estabilidad que dura hasta 2003. A partir de 2003, sin embargo, se produce una persistente gran desviación tendencial, un gran vaciado de las reservas almacenadas por país, que por tanto quedan fijadas a un nivel unos 800 millones de barriles más bajo de lo que solía estar. Hacia 2005 se inicia un proceso de recompra de petróleo para recuperar las reservas, lo cual probablemente explica porqué en 2005 los precios del petróleo empiezan a escalar sin cesar hasta que poco antes de 2008 se decide abandonar esta estrategia y seguir liberando reservas. Llega el crash de 2008, cae la demanda, caen los precios y las reservas se pueden volver a llenar, con petróleo a precios económicos, pero el proceso se detiene hacia principios de 2010, y desde entonces el vaciado de las reservas se ha acelerado, llegando a cotas nunca antes vistas de más de 1.000 millones de barriles. Y el proceso aún no se ha detenido.


Es objetable a este análisis la burda aproximación que he tomado para estimar la relación entre la demanda y el tamaño de las reservas. Así como en la OCDE la diferencia entre el valor real de las reservas almacenadas y esos 120 días de demanda no es demasiado grande, es difícil saber qué hacen exactamente otros países, sobre todo algunos tan secretistas como China. Sin embargo yo creo que este análisis nos puede dar una primera idea y aproximación a los procesos que pueden estar teniendo lugar.


Como conclusión de mi estudio, los datos muestran que desde 2003 se está viviendo un proceso histórico de subvención del precio del petróleo a base de gastar el petróleo que se tenía anteriormente o no actualizar las reservas siguiendo lo que era una práctica habitual. Esta transferencia de renta petrolera se detuvo en 2005 y a partir de ahí ha seguido una trayectoria complicada condicionada por los vaivenes económicos. 


En el momento actual estaríamos viviendo una agudización de este proceso, encaminándonos firmemente a una mayor bajada de las reservas y por tanto poniéndonos en una peor situación de cara al futuro. En este momento, la caída de demanda ya observable debería estar abaratando el precio del petróleo, pero dado el faltante de 1,5 Mb/d de Libia la grieta entre producción y demanda no se ha cerrado, y eso fuerza a seguir vaciando a desgana las reservas de petróleo. No a la velocidad deseable para hacer bajar el precio, y eso en parte motivó la liberación de 60 Mb de las reservas estratégicas anunciada por la AIE el pasado mes de Junio, una fruslería en comparación con la amplitud varias veces mayor del movimiento observado. Por tanto, el precio no baja, y si en algún momento la industria de distribución de petróleo decide que no puede continuar achicando más sus reservas porque complica la operativa de su negocio tendrán que volver a comprar petróleo y el precio volverá a subir con fuerza y eso agravará la recesión que está empezando. La única manera de evitarlo sería que la demanda cayese por si sola aún con más fuerza, lo que implicaría que la recesión es ya todavía más grave de lo esperado. En conclusión: la nueva recesión que ahora comienza será mucho mayor de lo que estaba previsto, y mucho más de lo que figura en los mapas de sus economistas de cabecera.


Salu2,
AMT


Addenda (16 de Septiembre de 2011): Siguiendo la sugerencia del comentarista Roger O., y para dar una idea de la sensibilidad de este análisis, particularmente la evaluación de la desviación tendencial, a la cifra que se ha usado para estimar las reservas globales (120 días de demanda) he rehecho esa gráfica estimando las reservas en 90 y 150 días de demanda.

Desviación tendencial a partir de unas reservas estimadas como 90 días (línea verde), 120 días (línea roja) y 150 días (línea azul) de demanda.

Como se ve, las conclusiones cualitativas del post siguen inalteradas en este rango, variando sólo el rango cuantitativo de la detracción de reservas. La gráfica sólo se hace positiva en su parte final (pero con tendencia negativa y tocando el cero en el extremo de 2011) cuando se toman algo menos de 60 días de demanda mundial como estimación del volumen deseado de reservas a escala global.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Correspondencia con los lectores: La pregunta difícil

Fuente: www.willielongiii.com

Queridos lectores,

Un lector me ha hecho llegar el siguiente mensaje, y me ha dado permiso para publicarlo en un post, este post (he preservado su contenido general pero he alterado algunos detalles para garantizar su anonimato). He aquí su carta:


Hola Antonio,

Pido disculpas si éste no es el medio más adecuado para dirigirme a ti. Me parecía el más directo y fiable… no lo sé.

Ante todo, un agradecimiento por tu blog "The Oil Crash", el que sigo desde hace poco.
Sinceramente, llevo casi un año siguiendo el blog “Hacia el Colapso” y encuentro interesante y real todo lo que se comenta allí pero no me acaba de convencer al 100%...
Tras ver el tuyo, ver tu currículum, ver tu profesión y la cantidad de pruebas y gráficas que pones en tus post… tu blog me parece mucho más científico que "Hacia el colapso".

Te escribo porque (quizás no he visto el post donde reciba una clara respuesta) estoy en una situación personal que empieza a ser crítica y… no me considero “de la borregada”… Tengo mis estudios (los universitarios inacabados por imbécil), ahora tengo 33 años, he trabajado 7 años en un conocido diario español como técnico hasta que nos hicieron un estupendo ERE en el 2009 que no fue sonado porque al ser un medio de comunicación, ellos mismos pueden tapar todo y hacer como si nada…


¡Tranquilo, que no estoy pidiendo un puesto de trabajo! Jajaja!

Te escribo para que me des tu opinión, tu consejo, lo que tú harías…

Y mi pregunta creo que se puede extender a casi el 100% de los españoles! (aunque haya muuuucha gente que no tiene ni idea de lo que significa y conlleva el Peak Oil).
Así pues, si quieres poner en el algún post “he recibido un correo donde me hacen estas cuestiones” o incluso si quieres pegar este correo o fragmentos, tienes mi completa autorización.

Verás… estuve desde Enero hasta Marzo (ambos inclusive) en Washington DC, USA. Tuve una historia con una mujer allí y estuve viviendo allí 3 meses. ¡Aquello es otro mundo!


Estando allí empecé a despertar de todo ese sueño profundo del que nos meten los medios de comunicación y la sociedad entera en sí… esa actitud consumista “despilfarrante”… eso que te transmiten constantemente: “tienes que tener el mejor coche”, “tienes que tener un ordenador con Gigas y Gigas y de lo último”, “tienes que tener una moto CBR 1100R R R special edition” o las estúpidas como la que dice aún a día de hoy (subliminalmente en películas o en la misma calle) “fuma y bebe whisky para ser un hombre” (esto lo pensé el otro día cuando ví la película "The Mechanic" recientemente estrenada, en la que se ve al actor Jason Stahman varias veces fumar y beber alcohol).

 
Fue en USA donde descubrí y empecé a leer Haciaelcolapso. Y he descubierto tu blog al ver una crítica por algún sitio que decía que "Hacia el colapso" es un plagio de tu trabajo.

En fin, respecto a lo de USA… tenía todas las opciones para quedarme allí… estaba a punto de conseguir un trabajo como profesor de español para niños… y… si me volví fue porque no vi clara la situación con la chica…

Y… no sé si cometí el error de mi vida o no…
No sé si es mejor emigrar a otro país… no sé…
Pero la pregunta general que te quiero lanzar es… “¿Cómo afrontar lo que se avecina…?”
Esto no es una crisis cualquiera… Hay mucha gente que piensa “crisis ha habido en varias épocas y al final se sale”… Creo que tú y yo sabemos que esta vez no es lo mismo….

Pues eso… ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos los ciudadanos de “a pie”? Aquellos que no tenemos grandes ahorros…

Mi situación quizás es algo “privilegiada” respecto a la media española… y lo digo porque fui inteligente y NO me metí en una hipoteca (y mira que tuve oportunidades y un –sueldazo- como el que tenía para poder hacerlo)… no tengo hijos… no tengo ningún gran préstamo pendiente (mi única deuda es algún gasto acumulado en la VISA. Punto.).
Pero claro… estoy en el paro, cobro 995 euros al mes y se me acaba en febrero’12… Y como yo… 5,000,000 de personas y en aumento… ¿tanto podrán pagar las arcas del estado…?

La pregunta final… ¿Qué hago? ¿Qué opciones viables tenemos los usuarios de “a pie”?

Y otra pregunta… es, ya que he visto que el 19 de octubre das una charla en la UB, en Barcelona (donde yo vivo)… ¿se puede asistir libremente?

Y finalmente, gracias por molestarte en leer mi correo y un agradecimiento también por el trabajo que desarrollas en tu blog.


Un cordial saludo,
X.

Comencemos por el final: la charla del 19 de Octubre es más bien un debate sobre el futuro energético y el cambio climático, con la participación de Salvador Pueyo del Institut Català de Ciències del Clima, Sergi Saladié de la Universitat Rovira i Virgili y un servidor (quien desentona un poco al lado de los otros, la verdad sea dicha). El debate, que organiza la Coordinadora para la Salvaguarda del Montseny, comenzará a las 4 de la tarde en el Aula Magna de la Facultat de Biologia de la Universitat de Barcelona y está abierto a todo el público; ojo, se prevé que dure unas tres horas.

Vayamos ahora a la pregunta, a la difícil cuestión. Tiene razón X cuando dice que esta pregunta, en realidad, se la pueden hacer hoy millones de españoles y más que se la acabarán haciendo: y ahora, ¿qué? Por eso me ha parecido relevante destacarla hoy aquí, por su valor cada vez más universal. De tanto hablar de temas abstractos, de escenarios futuros, dejamos de ver el escenario concreto de la gente como X que en Febrero se queda sin nada; y ahora, ¿qué? El problema, como es natural, transciende el del Peak Oil, es un problema relacionado con la gravedad y profundidad de esta crisis económica; sin embargo, el que uno esté convencido o no sobre la inminencia, si no pasado, del Peak Oil es muy relevante, ya que la primera y principal consecuencia del mismo es el final del crecimiento. Y aunque eso del crecimiento económico es algo un tanto abstracto, se traduce en algo muy concreto: las malas perspectivas de volver a encontrar trabajo en general, y la tendencia a que esa falta de trabajo se agrave con el tiempo.


La mayoría de la gente que se ha ido al paro ha ido capeando esta crisis como ha podido, buscando pequeños trabajos que le permitieran ganarse unos euritos y apoyándose, los que han podido, en la familia y en los amigos. Poco a poco han ido acumulando deudas, monetarias y de gratitud, con su círculo inmediato, respaldadas con una convicción íntima: Es sólo por un tiempo, cuando las cosas mejoren os lo devolveré todo y con creces, y nunca olvidaré lo que habéis hecho por mi. Sin embargo, la ansiado recuperación económica no acaba de llegar; de hecho, se anuncia ya cada vez en voz más alta la llegada de la nueva recesión, una nueva caída de la actividad económica que agravará esta crisis que ya ha cumplido cuatro años, y los que han estirado como han podido su capital de ahorros y de relaciones ven que en vez de salir a flote están a punto de hundirse más. Y ahora, ¿qué?


Los que aún vivimos dentro del sistema pero que somos conscientes del Peak Oil (una ínfima minoría) aún podemos jugar a mantener la vida A, la estándar, mientras comenzamos a pensar en la vida B, en algunos casos incluso haciendo algunos pasos reales en esa dirección. Pero los que ya han sido excluidos de la vida A no tienen opción, no pueden esperar. Y ahora, ¿qué? Pues ahora es el momento de tomar una decisión drástica, mal que nos pese.

Si Vd., lector, se encuentra como X y está convencido de lo que implica el Peak Oil, comprenderá que sus posibilidades de reintegrarse en el sistema económico y social por la vía convencional son pequeñas, por no decir nulas. Es el momento de cambiar, de buscar una alternativa de vida.

Yo, tan integrado en mi vida A, no soy la persona más adecuada para preguntarle qué hacer. Cada semana recibo algún mensaje de alguien que me pide consejo, qué hacer. Y qué se yo, pobre de mi; yo voy haciendo actividades de concienciación tanto como puedo, tocando todas puertas que alcanzo y guardando en la recámara un par de planes y algunos recursos para cuando me tenga que replegar, sin realmente poner en marcha nada, en buena medida por lo muy absorbido que estoy por mi trabajo convencional (y las cuatro horas de tren diarias). Así que, querido lector, querido X, lo que ahora sigue son algunas ideas que se me ocurren más o menos de sentido común, sin más valor que la opinión de cualquier otra persona. Espero que los comentaristas, con sus inteligentes aportes cual suelen, puedan redondear el cuadro.


  • Hacer una valoración realista de tus posibilidades de conseguir un trabajo: Aunque sea mediocre en lo pecuniario. Lo ideal sería que comiences tu plan de transición, pero es muy difícil ejecutar tal plan si no tienes con qué financiarlo; sería todo mucho más fácil si tienes unos ingresos estables, aunque sean escasos (los pocos ahorros que consiguieras los dedicarías al plan de transición, el cual además te va a absorber tu tiempo libre, así que fíjate si podrás ahorrar en actividades de ocio). Mira cuál es el panorama laboral de tu ciudad y si realmente podrías intentar conseguir un trabajo, aunque sea inferior a tu capacitación. Rebaja tus expectativas, acepta tener que desplazarte. En suma, apura al máximo tus posibilidades. Si consigues el trabajo podrás ir más tranquilamente, si no...
  • Hazte un plan de mantenimiento: Ok, imaginemos que no consigues un trabajo, y en todo caso mientras lo buscas es importante que sigas viviendo: que sigas pagando el alquiler o la hipoteca, que comas, que consigas ropas y útiles de aseo. Si no consigues nada, si estás en riesgo de exclusión social, ve a Cáritas y ofrécete como voluntario en los comedores a cambio de alimento y la voluntad; es una dinámica peligrosa y no debes conformarte con eso, pero ahí al menos conseguirás manutención (eso lo tendrías de todos modos) y contactos. Interésate sobre todo por las posibilidades de salir de la ciudad e ir a trabajar en el campo, a través de los proveedores del comedor o de los que los regentan.
  • Abandona la ciudad: Si estás a punto de ser excluido socialmente, si no tienes opción de conseguir trabajo, entonces probablemente perteneces a esa mayoría que tendrá que desplazarse a trabajar al campo (la mano de obra en el campo aumentará mucho tras la transición). ¿A qué esperar? Cuando antes llegues antes comenzarás a aprender las nuevas habilidades que se necesitan. Vende tu piso o deja de alquilarlo y deshazte de los enseres más pesados, conserva lo mínimo. Si tienes conocimientos especializados (e.g., informática) quizá consigas trabajo en un ayuntamiento pequeño a cambio de un poco de dinero y quizá un jergón en alguna dependencia municipal (en los pueblos la gente acepta más fácilmente estas cosas); has de ser amable y tranquilo, a pesar de lo mal que se pongan las cosas, y tendrás que aguantar muchas humillaciones: tranquilidad, por tanto. Si tienes algún lazo con alguna pequeña localidad (hay o hubo familiares allí, tu familia tiene alguna propiedad, tienes amigos que vivan allí, etc) posiblemente sea el mejor sitio para volver a empezar.
  • No te hagas agricultor a la fuerza: El campo rinde poco hoy en día, apenas da para vivir a los agricultores, aunque está claro que en el medio y largo plazo será la base de la supervivencia de la sociedad. No creas que es imprescindible que te dediques a la agricultura; quizá puedas ser zapatero, herrero o algún otro oficio, hoy en desuso, que tendrá su utilidad en un futuro no tan lejano. Aprender un oficio lleva tiempo; identifica tu nicho y comienza a aprender, mejor a las órdenes de alguien que se dedique. Pero aprende también a cultivar al menos un poco: haz tu huerto o ayuda en uno.
  • Rebaja tus expectativas: Las cosas van a ser duras para todo el mundo, aunque no al mismo tiempo. A ti te toca tragar ahora, a los otros les tocará más tarde. Ten paciencia. Al final, de lo que se está hablando aquí es de sobrevivir, y no tanto de vivir, la Transición. No te vas a hacer rico y no vas a vivir con el bienestar de ahora. Y no hablo de irte de vacaciones 4 semanas al año, sino de poder ducharte cada día, por ejemplo. Los cambios son tan radicales que ahora mismo parecen ininmaginables y demenciales, imposibles teniendo en cuenta cómo vivimos.
  • Intégrate en tu comunidad: No vayas solamente a buscar tu salvación individual; tienes que entender que formas parte de una estructura superior. Tu resiliencia es la resiliencia de la comunidad en la que vivas, que tendrá que pasar tiempos difíciles, por ejemplo cuando vengan oleadas de refugiados de la ciudad o aparezcan salteadores. No puedes hacerlo solo; por tanto, no lo hagas. Si tu cuidas de tu vecino éste cuidará de ti.
  • Desconéctate de la economía tradicional tanto como puedas: Si tienes deudas intenta que el banco no te localice para embargarte lo poco que ganes, y no te obsesiones con tener dinero convencional (que se puede esfumar de un día para otro). Intenta que lo que consumas sea lo más local posible, y haz acopio de lo imprescindible que ahora sea fácil de conseguir y que en el futuro no lo será tanto; más aún, convence a tus vecinos a hacer lo mismo (e.g., herramientas). Acostúmbrate a tener una relación mental de los precios relativos de las cosas por si en un momento de hiperinflación o masiva deflación te ves forzado a hacer trueques. Reduce tus facturas de servicios (electricidad, agua,...) a la mínima expresión, ya que sus precios explotarán cuando se agudice la crisis.
 


En fin, éstas son son algunas ideas un poco arbitrarias, pero creo que se capta cuál es el espíritu general. Por supuesto estoy hablando de un horizonte temporal a corto plazo, unos pocos años a lo sumo; después, se tendrían que hacer transformaciones aún más profundad, pero entonces tendrás una idea más clara tú mismo de por dónde tirar, y en todo caso no me tendrás a mi para pedirme consejo.

Buena suerte.

Salu2,
AMT 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Preparando la transición: qué hacemos con los coches


Queridos lectores,

Hay en el mundo aproximadamente unos mil millones de vehículos privados para transporte personal, que de manera genérica denominaremos "coches", lo cual incluye desde los utilitarios más sencillos hasta los grandiosos SUV y las típicas camionetas con trasera descubierta que se usan en buena parte de los EE.UU. y en otros países para el transporte personal. Esta definición excluye sin embargo todas las furgonetas, triciclos, camiones y camionetas para uso comercial (transporte de mercancías o de herramientas para hacer un trabajo y demás). Mil millones de vehículos para la movilidad personal es una cantidad impresionante, es en media un vehículo por cada 7 habitantes del planeta, pero es que además están distribuidos de una manera bastante poco homogénea (en España, por ejemplo, hay aproximadamente un vehículo por cada dos habitantes). A pesar de que la sociedad de consumo en la que vivimos nos hace ciegos a verdades evidentes, está claro que tal distribución de recursos es completamente disparatada: con el coche, cada familia dispone de una tonelada de hierros y tecnología capaz de transportarlos grandes distancias con el mayor confort (los niños, que aún conservan la capacidad de asombro, sí que se dan cuenta del prodigio que representa el coche y así empiezan pronto a mamar lo que significa como símbolo de status). El problema viene cuando, en una situación de recursos decrecientes, la gente no se puede permitir el lujo de seguir pagando seguros, impuestos, garajes -los que los tengan-, revisiones periódicas, reparaciones y, por supuesto, gasolina. Lo cierto es que tener un coche resulta bastante caro como medio de transporte personal: un familiar cercano siempre me dice que teniendo en cuenta todos los gastos, la amortización del vehículo y el combustible el precio por kilómetro del coche típico no baja de los 30 céntimos de euro (seguro que alguno de los inteligentes comentaristas que se dejan caer por aquí podrá encontrar una estadística apropiada; aquí les dejo una estadounidense, según la cual el coche típico americano cuesta 52 centavos de dólar por cada milla recorrida). El caso es que se está observando una tendencia a arrinconar los coches, cuando no abiertamente abandonarlos (como los dos que salen en la fotografía que encabeza el post), tendencia que sólo puede agravarse con el tiempo. Como con el resto de los asuntos que requieren anticipación y preparación comunitaria, nuestra egocéntrica y ensimismada sociedad no tiene previsto qué hacer con esos mil millones de toneladas de coches (unos 20 millones en España) que pronto inundarán y bloquearán nuestras calles, causando problemas de movilidad, de seguridad y de salubridad. Nuestros políticos sólo son capaces de mirar horrorizados como caen en picado las cifras de ventas de coches, temiendo por el próximo cierre de las factorías y consecuente repunte abrupto del paro, porque en realidad no entienden qué es el Oil Crash y que el proceso no se puede detener; el terror les paraliza y no toman las necesarias medidas de adaptación. Los fabricantes, por su parte, huyen esquizofrénicamente adelante y se consuelan viendo que a pesar de que se les hunda la parte principal del negocio repunta la venta de coches de lujo y se ensueñan pensando en no depender de un segmento tan volátil como el del vehículo generalista, sin darse cuenta de que no habrá suficiente mercado para todos los fabricantes y que, en todo caso, los ricos también tendrán que reducir su nivel de gastos en algún momento. Y es que los economistas tampoco entienden el Oil Crash. Pero, en fin, dejemos a estos colectivos con su miopía y con sus problemas, y centrémonos en lo que es importante para el ciudadano de a pie. He aquí una serie de consideraciones relevantes, lista no exhaustiva y algo arbitraria, sobre qué hacer con los coches.


  • Tenemos que despejar las calles: En épocas antiguas muchas grandes ciudades enfermaban por culpa del mal saneamiento; las miasmas atosigaban a los ciudadanos que enfermaban típicamente por vía respiratoria de mil dolencias diferentes. Estos nos parece ahora mentira, pero la pestilencia ha sido un problema de salud pública en las grandes aglomeraciones urbanas durante toda la Historia. Durante la era moderna se tomaron medidas radicales para sanear grandes ciudades; así, en París el barón Haussmann destruyó barrios enteros para abrir los grandes bulevares, en tanto que en Barcelona derribaron las murallas que encorsetaban la ciudad y así disiparon la niebla de los tintes de los comerciantes de paños catalanes. Así pues, en muchas ciudades disponemos de calles abiertas, bien ventiladas, saneadas, lo que es un buen fruto de la energía barata que hemos tenido, aunque eso trae el inconveniente de aumentar las distancias a recorrer en la ciudad. Tendremos que organizar medios de transporte públicos eficaces para vertebrar las partes de la ciudad que se mantengan vivas (algunas partes, lo tenemos que aceptar, se gangrenarán y morirán), y para ello es clave que las vías se mantengan expeditas. Por eso, no podemos consentir que millones de coches vayan cogiendo herrumbre en las calles, abandonados por sus dueños y sirviendo de nido para ratas. Lo cual nos lleva al siguiente punto.
  • Necesitamos un plan integral de aprovechamiento y reciclaje de vehículos: Lo ideal sería que el Ayuntamiento organice (y punto, porque seguro que no podrá financiar) un sistema para la recogida y desmantelamiento ordenado de los vehículos; lo ideal sería ponerlo en marcha ahora, mientras las cosas son funcionales, previendo que aunque ahora será a pequeña escala en un futuro no muy lejano se tendrán que retirar muchos vehículos. Sería conveniente dar algún tipo de incentivo económico para que la gente se deshaga controladamente de su vehículo; en condiciones normales las personas tenderán a mantener el coche "por si acaso", y por no pasar el trago social de renunciar a este símbolo de status. Dado que las Administraciones están arruinadas el incentivo podría ser antes que un pago una exención del pago de ciertos impuestos o parte de ellos, o bien dando descuentos para abonos de transporte o la adquisición de bicicletas (lo cual favorecería esta industria de reemplazamiento aunque, como explicaré algún día, el futuro no es de las bicicletas). Sin embargo, no basta con recoger los vehículos y posteriormente achatarrarlos: aquí no estamos hablando de los miles de vehículos que se recogen anualmente en el caso de España, sino de millones de vehículos. Las chatarrerías no tienen suficiente capacidad, y además sería estúpido dejar que todo el material de alta calidad que hay en un vehículo se oxide y arruine. Lo suyo es plantear un plan para aprovechar la chapa de los coches para hacer tejadillos y latas, el acero del chasis para estructuras de hormigón, la electrónica para mil usos y las piezas del motor como recambios de los vehículos comunitarios y de transporte que habrá que mantener. Eso no se improvisa, teniendo en cuenta además la escala que tendrá, y por ese motivo se requiere un buen plan, con un arranque, clímax y después finalización, cuando se acaben los vehículos a procesar. Es una tarea bastante complicada y que requiere tal previsión a largo plazo que sólo es creíble que pueda pasar en municipios de medio y pequeño tamaño. ¿Y qué pasa si Vd. vive en un municipio donde no se ha previsto hacer nada de eso?
  • Si nadie recoge su vehículo, póngalo a disposición de la comunidad: El concepto clave es car sharing, coches compartidos. ¿Qué sentido tiene que use su vehículo para ir Vd. solo si su vecino va en la misma dirección? Esta opción, a la que cada vez se acoge más gente a medida que la crisis se recrudece, permite reducir los costes de desplazamiento y mantenimiento; algunas personas, incluso, encontrarán trabajo haciendo de taxista de sus conocidos o llevando pequeñas mercancías. Si son varios con varios coches, lo mejor es formar una suerte de cooperativa, de modo que todos los coches estén a disposición de todos con unas reglas claras de uso. Al principio, con la educación individualista que hemos recibido, esta posibilidad suena a absurda, pero a la larga será la más productiva; piense qué hará Vd. si su coche se avería de manera grave. En condiciones normales es el fin de su automoción, pero con un sistema comunitario su coche puede tener una segunda vida después de muerto. Y es que...
  • Un coche es una buena fuente de recambios: Los coches fatalmente averiados serán los recambios de los que aún funcionen, y más en una época disfuncional donde ya no se fabricarán nuevas piezas. Por supuesto que los coches abandonados en la calle también serán útiles. Con el tiempo, los más manitas usarán las piezas descartadas y montarán motores burdos de mecánicas más sencillas que permitirán hacer nuevos coches, más ligeros, sencillos y lentos pero funcionales y fáciles de reparar. Tal tipo de comportamiento se ha observado en países con graves dificultades de suministro (el ejemplo de Cuba le vendrá a muchos a la mente) y es seguro que acabará pasando. No improvisen, anticipen.


Como verán, una parte importante de la movilidad futura e incluso del mantenimiento futuro se basará en apoyarse en la comunidad. Y es que éste es un aspecto clave de la transición, como ya discutimos: la comunidad.

Por cierto que la fotografía que abre el post no esta sacada de internet sino de mi móvil. Esos dos coches tan perfectamente aparcados como arruinados se encontraban el pasado mes de Mayo en una bocacalle de la madrileña Calle de Alcalá. Ya los había visto allí en una ocasión anterior, y me temo que los volveré a ver la próxima vez que vaya.

Salu2,
AMT